Autor Tema: La derecha y el día después, por Héctor Soto  (Leído 2021 veces)

Desconectado Marco Martí

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La derecha y el día después, por Héctor Soto
« en: Diciembre 21, 2013, 15:44:04 pm »
La derecha y el día después , por Hector Soto

Fuente primaria:http://voces.latercera.com/2013/12/21/hector-soto/la-derecha-y-el-dia-despues/

"Lo sabemos desde siempre: la victoria tiene mil padres y la derrota es huérfana. No sólo el deseo de sangre mueve en estos momentos a muchos dirigentes de la Alianza a analizar lo ocurrido, identificar responsables y tratar de recomponer al sector. Eso es efectivamente lo que hay que hacer, aunque al margen de venganzas personales. Chile merece más que esta derecha en parte fracasada y en parte herida.

Hay sólo un escenario peor para la derecha que convertir el análisis de su derrota en un festín de cuchillos largos. Es el escenario de no hacer nada, de hacerse la desentendida, como asumiendo que estaba escrito por los dioses que Evelyn Matthei apenas rasguñara el 38% de los votos o la Alianza se quedara con una exigua bancada parlamentaria.

Es obvio que algo falló en todo esto. ¿Cómo fue que un sector que llegó a interpretar a la mayoría ciudadana el 2010 haya terminado cuatro años después encogido a poco más del tercio, no obstante que en el sector hay consenso en que Piñera hizo un buen gobierno? ¿Qué pasó entremedio? Precisamente, eso es lo que hay que identificar. Hubo supuestos que no se cumplieron. Hubo errores que se cometieron. No hay por qué descartar que también haya habido una cuota no menor de mala suerte.

Esta no tiene por qué ser una caza de brujas. Si bien hoy por hoy existe gran desazón y son muchos los defraudados en la Alianza, puede ser un gran error creer que esta instancia de revisión necesariamente tiene que terminar en la guillotina. Pueda ser que nadie tenga que subir al cadalso. Será la gente, será el electorado de la derecha, el que decida con quiénes se identificarán en el futuro y con quiénes no. Nada de esto se decidirá por secretaría.

Pero al margen de eso se necesitan miradas analíticas y frías. Aun creyendo que con el tiempo este gobierno va a ser mejor evaluado de lo que es hoy, hay que tratar de entender por qué la mayoría del electorado ahora lo ninguneó. Es cierto que el tema da para mucho. Sin embargo, si la experiencia pudiera volver a repetirse, cualquier observador se concentraría en recomendaciones en principio muy elementales y pedestres, y allí puede haber un principio de esclarecimiento.

Menos personalismo

No es bueno que los gobiernos sean tan personalistas. El carácter de Sebastián Piñera nunca fue un enigma en la Alianza y él jamás se vendió como el campeón del trabajo en equipo o como un hombre de grandes colectivos. Pero es probable que nadie se haya hecho una composición exacta de lugar acerca de los grados de personalismo que iba a tener su gobierno. Eso tuvo, por supuesto, una parte buena, entre otras cosas, porque Piñera tiene una cabeza superdotada para trabajar en tres temas al mismo tiempo, para estar simultáneamente en las líneas gruesas y en el detalle de los proyectos, para desplegar una capacidad de trabajo descomunal y bigger than life. El problema -y esta es la otra cara de la Luna- es que los gobiernos son buques demasiado grandes y si no hay equipos, si no hay delegaciones, si no hay miradas cruzadas de gente ojalá muy distinta, la cosa no funciona. Y hay que ver las cifras de la elección para convenir que, dicho y hecho, no funcionaron.

Más sentido de coalición

No es sano tampoco funcionar con tanta autonomía de los partidos. No todo es malo en estos colectivos. Es fácil verlos como una manga de aprovechadores que lo único que hacen es pedir feudos, cuoteos y pegas. Sin embargo, los partidos, por el hecho de estar en todo el país, proporcionan redes y -muy importante- entregan un cable a tierra. Posiblemente en la historia de la relación del Presidente con su propio partido, RN, las culpas están repartidas entre él y Carlos Larraín. Hoy está claro que la ecuación que primó -si es que eso fue una ecuación- fue un mal negocio para ambos. Los dos perdieron.

Fe en la política

Tan importantes como las metas de eficiencia son los objetivos políticos. A Chile y al gobierno les fue bastante bien en estos años en términos de crecimiento económico y desarrollo social. Pero nadie hubiera pensado que el Presidente iba a ser tan malo para hacer política, entendiendo por tal el trabajo de forjar redes, de buscar sintonías, de generar confianzas, de entregar testimonios. Sobre todo testimonios de modestia, de inclusión, de serenidad, que fue lo que a este gobierno se le pedía y lo que este gobierno por desgracia no dio. Esto es bastante más que tener políticas comunicacionales adecuadas, que fue hasta donde llegó la autocrítica. Sí, tenemos debilidades comunicacionales, decían algunos prohombres del régimen, reconociendo tener falencias en alguna parte. Pero eran pamplinas. Es imposible que las comunicaciones puedan cosechar lo que la política antes no sembró.

La estigmatización

No se hace política descalificando a los aliados. Los análisis y recomposiciones que se hagan van a servir de muy poco si no se entiende con claridad que lo que le ocurrió a la derecha, mucho más que una derrota política, fue una derrota cultural y ética. Es posible que a este efecto hayan contribuido tanto la decisión del Presidente de dejar en paños menores a sus colaboradores y aliados, cuando en septiembre habló de los cómplices pasivos, como la miopía de los dirigentes del sector que, atrincherados en sus convicciones, no se dieron cuenta de que el viento en la sociedad chilena estaba cambiando. La mezcla de los dos factores fue letal. A ese desastre se unió, además, otra cosa. Un potente y muy visceral rechazo opositor al pluralismo y, más que eso, a la posibilidad de tener una interpretación distinta sobre las traumáticas décadas de nuestra historia reciente. El pluralismo no consiste en tolerar, cuando ya no hay más remedio, que otro pueda pensar distinto. El pluralismo consiste en la capacidad de entender la legitimidad moral desde la cual tu adversario te está hablando. Sin esa comprensión, la democracia no muere, y por cierto pueden seguir funcionando las reglas de la mayoría y la minoría. Pero el sentido de la comunidad política, el sentido de país en último término, se va a las pailas.

Ahora bien, no todo fue culpa de una desafortunada declaración del Presidente y del sectarismo opositor. Aquí también fallaron los sistemas de defensa o alarma del sector -no del gobierno- y faltó voz de esa derecha que creyó que la mejor manera de sortear la conmemoración de los 40 años del Golpe era desapareciendo de la escena. Fue lo que hizo. Y para el sector fue fatal: quedó estigmatizado precisamente en vísperas de una elección.

El debate largo

Está pendiente la discusión de si se gobernó o no con ideas de la derecha. Esta discusión tiene mucho de retórica porque, bueno, otra cosa es con guitarra. Hay buenas razones para creer que en el Chile de hoy es muy difícil gobernar desde otro lugar que no sea la moderación y el centro. En todo caso, este debate, que es mucho más ideológico, será largo.

No es consuelo saber que si la máquina del tiempo existiera, seguro que las cosas se harían distinto. Pero sí es importante que la derecha pueda aprender de esta experiencia. Le debiera servir de mucho. Sería terrible repetirla y volver a fallar".
Comparto artículos,vídeos encontrados en las redes que considero interesantes, sin por ello necesariamente compartir las ideas de los autores. Hago comentarios cuando se crea un debate de argumentos basados en el tema central. Saludos cordiales

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A la memoria de Alex Feliú a.k.a Rommel