Un punto de detención para la reflexión.
En Chile se confunde mucho la falta de respeto, con la sinceridad. Existe un número no menor de personas, sobre todo entre las mujeres, que cree que "decir lo que se tiene en la cabeza" de cualquier forma, modo y en cualquier momento, es la sinceridad que debe predominar por entre todas las cosas. Pues bien, no es así. La sinceridad no tiene relación con decir palabras fuertes, con exponer todo lo malo, con vociferar las opiniones, con lanzar una retahila de garabatos y palabrotas, y con tratar de herir al otro interlocutor. Es para reflexionar, analizar y luego discriminar qué tipo de "sinceridad" es la que queremos.
Pues bien, acerca de los periodistas "sinceros", que reparten golpe a todo mundo, me parece que está bien. Sobre todo porque la expresión linguística está bien redactada, porque es necesario tener una voz divergente de los clásicos discursos retóricos llenos de eufemismos, y porque en Chile debemos crear escuela en el debate para que precisamente aprendamos a debatir y discutir. Es más, muchos creen que discutir es algo malo, que no debe suceder dentro de la comunicación, y no saben cómo llevar una discusión sin entrar en descalificaciones (como por ejemplo Rommel y Matador que volaron un tema que parecía medianamente interesante). Yo mismo he caído reitaradas veces en lo que critico, y he tratado de cambiar mi aproximación.
Sin embargo, también hay que tener sentido común para criticar. Saber dónde, cómo, cuándo, por qué. Porque de lo contrario, si se es crítico todo el tiempo, sin un minuto para aportar soluciones a los problemas que se critican; sino que sólo se critica, y se dispara contra todo intentando herir al contrario; si la crítica es meramente destructiva, el discurso rápidamente pierde fuerza, y sufre el síndrome del Pedro y el Lobo. Esto es, de tanto criticar, te dejan de escuchar, dejas de tener la fuerza del primer momento, y se asume que tu condición normal es la crítica por ende no es relevante ni poseedora de circunstancias extra ordinarias. En otras palabras terminas cambiando el dial.
Hay que saber criticar, saber cuando no criticar, y saber aportar sobre lo que se critica. La discusión no es mala, pero hay que saber aprender a discutir. Y me incluyo dentro del aprendizaje, muchas veces no he sabido llevar un tema y en vez de ser aporte he desvirtuado la conversación.
Y en este caso se escogió mal momento. Todos estaremos de acuerdo que si armamos una fiesta para celebrar el cumpleaños de un amigo, y dentro de esa fiesta nuestro amigo empieza a disparar contra todo lo que se mueve, es probablemente la última vez que le armaremos una fiesta o lo invitaremos, ya que en una fiesta uno quiere divertirse, no escuchar un discurso contra todo lo que se mueve o respira en el mundo. Hay momentos para criticar, y otros simplemente para quedarse callado.