Autor Tema: Lo que el Papa no dijo sobre el mundo actual, por Mauricio Rojas  (Leído 954 veces)

Desconectado Marco Martí

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PULSO, Mauricio Rojas
Debemos saber reconocer la fuente de gran parte de los progresos alcanzados: una economía basada en la libertad individual.

"Desde el primer día quedó claro que el Papa Francisco no había llegado a la silla de San Pedro para ser un pontífice más en la larga lista de sus predecesores. Su mismo nombre papal fue un anuncio de ello. Ningún Papa había osado hacer suyo el nombre de San Francisco y menos aún proponerse transformar la Iglesia Católica en "una Iglesia pobre para los pobres". Pero las intenciones del nuevo Papa iban mucho más allá de cambiar la Iglesia. A fines de noviembre dio a conocer una larga exhortación apostólica, "Alegría del Evangelio", en la que expone su visión del mundo actual y de cómo podríamos mejorarlo.

El Papa describe la situación actual con tonos muy oscuros y sin ambages le asigna a la economía libre de mercado la responsabilidad fundamental por su deplorable estado: "Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano". La libertad de los mercados "instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas". Por ello, "el miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas… La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente".

Bajo esta tiranía, "todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida… Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión… Los excluidos no son ‘explotados’ sino desechos, ‘sobrantes’". Y la conclusión del Papa es lapidaria: "Esa economía mata".

La unilateralidad del mensaje papal es realmente notable: en las 220 páginas de la exhortación no se encuentra más que un corto pasaje de carácter positivo sobre algunos aspectos del desarrollo contemporáneo.

Se trata de una forma muy peculiar de describir una época en que la humanidad ha realizado progresos sin precedentes en lo que se refiere, por ejemplo, a la lucha contra la pobreza, la mortalidad infantil, la desnutrición, el analfabetismo y la insalubridad. La expectativa de vida ha aumentado en casi medio año por cada año transcurrido, y el ingreso per cápita se ha multiplicado varias veces en países densamente poblados que hace no mucho eran sinónimos de la miseria más abyecta. Además, el progreso se ha extendido incluso a las regiones más atrasadas del planeta, como el África subsahariana, con su notable crecimiento económico durante el último decenio. América Latina, por su parte, veía en 2013 como su ingreso real per cápita triplicaba los niveles alcanzados en 1980 y la pobreza descendía del 48% de su población en 1990 al 28% en 2013.

Durante el intenso período de globalización abierto en los años ‘80, el crecimiento económico del mundo en desarrollo ha duplicado al del mundo ya desarrollado, quebrando la tendencia que antaño concentraba gran parte de los beneficios del progreso en los países más prósperos. En consecuencia, el peso económico de los países en desarrollo, que en 1991 no llegaba ni a la mitad del de los países desarrollados, llegó en 2013 a superar al de estos últimos.

Lo más notable es que este progreso extraordinario se ha logrado cuando la población del planeta aumentaba con 3 mil millones de personas. Es cierto que aún quedan mil millones de seres humanos viviendo en condiciones de pobreza extrema, pero sin los progresos realizados a partir de 1980 serían unos 3.600 millones los que lo harían. También la democracia y las libertades individuales han experimentado significativos avances. Por primera vez en la historia la mayoría de los seres humanos no vive en la miseria ni bajo la opresión.

Pero en la balanza del Papa todo esto parece pesar poco. Según él, vamos decididamente camino al despeñadero y por ello pregona la necesidad de un cambio total de sistema económico: se debe restaurar "el derecho de control de los estados" sobre la economía, la planificación debe imponerse a la autonomía de los mercados, la libertad económica debe ser restringida y la propiedad privada relativizada, ya que "no son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos", es decir, de los pobres. La globalización debe ser limitada y no solo en el aspecto económico, ya que "en muchos países, la globalización ha significado un acelerado deterioro de las raíces culturales con la invasión de tendencias pertenecientes a otras culturas, económicamente desarrolladas pero éticamente debilitadas".

No me cabe la menor duda de que el Papa Francisco está absolutamente convencido de que así se ayuda a los pobres. El mundo actual está muy lejos de ser la Nueva Jerusalén bíblica y la indignación es un deber ante todo lo que nos falta por progresar. Pero con todas sus deficiencias este mundo es el mejor que hasta ahora hemos podido crear en esta tierra. Podemos y debemos hacerlo mejor, pero para ello debemos saber reconocer la fuente de gran parte de los progresos alcanzados: una economía basada en la libertad individual y la cooperación voluntaria. Necesitamos por ello una indignación prudente y sabia, de otra manera correremos el riesgo de terminar arrancando el trigo con la cizaña".

Enlace a la fuente original:http://www.pulso.cl/noticia/opinion/2014/01/4-36233-9-lo-que-el-papa-no-dijo-sobre-el-mundo-actual.shtml
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