Los plebiscitos son delicados, suelen obligar a decidir con poca flexibilidad entre alternativas limitadas y sus resultados pueden tener efectos por largo tiempo. Además, la gente suele votar en gran medida en forma impulsiva y sin mucho análisis. Esto hace que un plebiscito pueda transformarse en un arma de doble filo.
Por ejemplo, hace unos años, Bolivia plebiscitó, entre otras cosas, aspectos de políticas de venta de su gas. En la práctica esto significó que no se podría vender nunca gas a Chile, salvo que les diéramos salida soberana al mar.
Al final, en ese entonces, Chile le terminó comprando gas a Argentina, la cual a su vez le compraba gas a Bolivia, a pesar que el trato entre Bolivia y Argentina era que "ni una molécula de gas debía pasar a Chile".
Resultado: Chile pagó mas caro el gas y Bolivia perdió millones por la posibilidad de haber vendido gas directamente a Chile a un precio bastante superior al que negociaron con Argentina. Y la posibilidad de salida al mar boliviana no se benefició en nada. Es más diría que con esa actitud percibida como hostil en Chile, se perjudicó su posición.