Por Kenzo Asahi
Este post fue escrito en conjunto con Marigen Narea (*)Seis meses después del terremoto, tres de cada diez niños en Dichato y dos de cada diez en la octava región, aún presentaban estrés post traumático[1].
Si bien el estreno de la película 3:34 podría ser una excelente actividad para terminar el verano, ¿estamos todos preparados para ver esta cinta?
Sus realizadores están especialmente orgullosos por el nivel de realismo que logró la cinta. Dicho realismo hace que los afectados vuelvan a experimentar el hecho traumático, reencontrándose con sentimientos de dolor, ansiedad y angustia. Este proceso necesita de un soporte emocional, una preparación especial y, en ciertos casos, apoyo profesional.
Se sabe que, a raíz de la vivencia de un desastre, la salud mental de los niños se ve significativamente más afectada que la de los adultos. De hecho, la experiencia de una catástrofe, puede tener efectos negativos en la capacidad de concentración y de aprendizaje de un menor. La buena noticia es que, si el trauma provocado por el terremoto es controlado adecuadamente, muchos de los síntomas desaparecen durante el primer año.
Lamentablemente, no sabemos cuántos de los afectados han recibido el apoyo necesario para recuperarse sicológicamente del terremoto. Es por esto que sería recomendable que los niños y adultos que aún presentan estrés post traumático y quieran ver la película, lo hagan en un contexto protegido. Cabe mencionar que, en algunos casos, ni el propio afectado es consciente de su vivencia traumática hasta que la revive.
Así como hemos entregado 100 mil subsidios para casas dañadas por el terremoto, ¿nos hemos preocupado de la misma forma de la salud mental de nuestros damnificados? Si Chile es un país sísmico, no sólo nuestros edificios y hospitales debiesen estar preparados para terremotos. Nuestras políticas de salud mental, también debiesen ser antisísimicas. Deberíamos contar con un sistema capaz de responder a las necesidades de atención masivas a raíz de un desastre natural. De esta forma, intervenciones grupales en nuestros centros de salud o a nivel de escuelas, podrían ser formas costoefectivas de respuesta a las necesidades en salud mental. Dicha respuesta debe ser oportuna (inmediatamente después de ocurrido el desastre) y sostenida en el tiempo.
Aceptando que, lamentablemente, seguiremos viviendo desastres naturales, debiéramos tener políticas de salud mental diseñadas para enfrentarlos. Hagamos que las personas que se han visto afectadas por uno de los terremotos más intensos de la historia, sientan que, como país, no sólo nos preocupamos de lo material (ladrillos y puentes), sino también del bienestar y felicidad de todos.
(*)Psicóloga UC y candidata a doctora en Políticas Sociales, LSE.
Fuente: Elpost.clInteresante mirada, bien cierto que hay una preocupación por la reconstrucción material, pero en lo emocional a mucha gente le cuesta mucho más levantarse de lo que uno cree, sobretodo desde la comodidad de Santiago y teniendo en cuenta que la mayoría de los que aquí posteamos somos relativamente jóvenes, con buena situación económica y con educación que nos permite tener otra perspectiva de las cosas, quizás con más altura y más macro, muchas veces nos cuesta ponernos en el lugar de quiénes han tenido mucho menos en la vida.