Hoy Carlos Peña hace otra interpretación de la aparición de Lagos, parece interesante, pero un masón hablando de otro masón no se si es muy objetivo.
Cito la columna:
La intervención del ex Presidente Lagos ante un grupo de empresarios, más que mostrar por enésima vez una personalidad anegada de sí misma, puso de manifiesto una divergencia radical entre él y Bachelet.
Como para que ella recuerde eso de Churchill: los enemigos políticos están al lado y los simples opositores al frente.
Al defender las concesiones, el ex Presidente se refería a lo que, sin exageración, puede ser considerada la metáfora de la modernización chilena: el uso de mecanismos de mercado para solucionar los problemas públicos, el empleo de incentivos privados para producir bienestar social, lo que un publicista maligno podría llamar la homeopatía del lucro: el veneno de la ganancia que, dispuesto en las dosis adecuadas, desataría la creatividad y el bienestar para todos. El ex Presidente Lagos defendía, en otras palabras, el principio subyacente a la modernización de Chile que la Presidenta Bachelet quiere cambiar.
Así, entonces, cuando el ex Presidente hablaba -es una forma de decir, él no habla, decreta; no pronuncia, esculpe- y afirmaba que había que estimular la cooperación público-privada, en realidad sugería abandonar la senda que el gobierno de Bachelet ha trazado para sí. Las palabras de Lagos marcan de esa manera, y con una claridad que no admite dudas, la diferencia que media entre la Concertación y la Nueva Mayoría, entre él y Bachelet.
Porque la diferencia que media entre una y otra alianza no es una cuestión de integrantes, el Partido Comunista ausente en una y presente en la otra, sino que es un asunto intelectual: el distinto balance que una y otra hacen de la modernización de Chile.
Mientras la Concertación de Lagos ve en la expansión del consumo, en la individuación y en el deseo de diferenciarse una expresión de la autonomía, la Nueva Mayoría de Bachelet pone el acento en el endeudamiento que enajena, en la pérdida de vínculos y en la falta de cohesión. Ambos están subiendo la misma montaña -la modernización-, solo que lo hacen por distintos lados.
El diagnóstico de la Nueva Mayoría de Bachelet es razonable -como lo saben los sociólogos, la modernización tiene sus patologías-; el problema deriva de la unilateralidad de sus soluciones y lo gigantesco de las expectativas que las acompañan. Porque, en efecto, los intelectuales detrás del programa parecen creer que todas las patologías del capitalismo se curan con un solo remedio: la reforma al sistema escolar. ¿Hay demasiada competencia e individuación? Es que la escuela está formando competidores ágiles, pero no ciudadanos. ¿Se han deteriorado los grupos de pertenencia y parece haber falta de cohesión? La escuela ha estimulado la segregación. ¿Se nota poca participación ciudadana? La escuela adolece de falta de educación cívica. ¿Demasiada desigualdad en la distribución del ingreso? Es que la escuela reproduce el origen en vez de corregirlo. Sí, parecen decir, el capitalismo es malo, pero acabamos de descubrir el remedio que cura todas sus patologías: la educación. La Nueva Mayoría adolece de simplismo y es una prueba de que se puede estar situado del lado correcto sin saber ni tener la razón.
¿Significa eso que lo que dijo el ex Presidente Lagos apunta en la senda correcta?
Desgraciadamente no.
Si la Nueva Mayoría adolece de simplismo, el diagnóstico del ex Presidente Lagos, todo hay que decirlo, adolece de "buenismo": la buena política sería cosa de buena voluntad, como si bastara ponerse de acuerdo para cooperar y para que de esa forma los problemas se disuelvan. Como si fuera suficiente, en estos tiempos insurrectos, con una inteligencia clara capaz de avizorar el horizonte de treinta años y una mano firme para conducir el timón, el viejo sueño del jefe benevolente, para que el cielo de los problemas públicos se despejara. ¿Habrá alguien que de veras crea que esa es la forma de solucionar los males que acompañan a la modernización? Es probable que no, que nadie o casi nadie crea eso.
Por eso una vez que pasó la puesta en escena y el hechizo momentáneo se disolvió, los empresarios que aplaudían enfervorizados al ex Presidente se revelaron como lo que eran: feligreses a quienes el cura había logrado infantilizar con su prédica. ¡Pero si era tan sencillo -pensaban mientras golpeaban las palmas inundados de buenismo-, era cosa de tener voluntad y ponerse de acuerdo! ¡Cómo no lo advertimos antes!