Si los discos no tienen daños irreparables como grietas, porosidades, defectos superficiales severos, surcos profundos o alabeos que no puedan ser eliminados por una rectificada sin pasar el límite de espesor, no veo razón para reemplazarlos.
La eficiencia de frenado de los discos dependen básicamente del coeficiente de rozamiento entre estos y las pastillas. Los procesos de calentamiento y enfriamiento correspondientes al uso normal de los frenos, no producirán en el metal del disco una alteración perceptible en este coeficiente y por ende en la capacidad de frenado (para producir alteraciones metalográficas significativas tendría que haber ocurrido un calentamiento salvaje del disco). Las rectificadas producen inicialmente una diferencia en gran parte debido a que la rugosidad que produce el torno de frenos es muy distinta al que el disco adquiere luego del uso.
Si puede ocurrir que las pastillas sean afectadas mas fácilmente en este sentido por calentamientos excesivos o contaminación y ahí si se podría observar diferencias prácticas en el efecto de frenado y emisión de ruidos (pastillas "vitrificadas"). En estos casos, una "rectificada" de la cara rozante de las pastillas frotando estas sobre una lija en una superficie plana hasta eliminar esta capa superficial alterada puede producir diferencias perceptibles. También producirá efecto el uso pastillas de materiales diferentes, que podrían tener a su vez diferencias significativas en coeficiente de rozamiento, duración o ruidos.