"...Los llamados patriotas miraron aún con ojos románticos a los araucanos. Es interesante analizarlo, aunque no sea más que brevemente. Vieron la necesidad de encontrar antecedentes históricos en su lucha independentista contra España, y la encontraron en los araucanos. O’Higgins, el fundador del Estado en Chile, particularmente, tenía una relativa familiaridad con los mapuches. María Graham, una viajera norteamericana que visitó Chile en los primeros años de la Independencia, nos ha dejado una anécdota ocurrida en el Palacio de Gobierno, donde el Director Supremo tenía viviendo un grupo de niños y niñas mapuches. Habiendo entrado los niños en la sala donde se encontraban, O!Higgins, les habría hablado en su lengua, dice la viajera, señalando de este modo que sabía a lo menos algunas palabras en mapudungun, la lengua de los mapuches. Lo cierto es que los primeros independentistas tenían una visión positiva de los antiguos araucanos.
Justo al iniciarse la República, se produjo el primer desentendimiento entre el recién nacido Estado chileno y los mapuches. Éstos, los mapuches, no se habían independizado de España. La Independencia no los había involucrado, era asunto de criollos. Los araucanos del sur incluso temían más a los nuevos ocupantes del gobierno de Santiago que a los antiguos. No les faltó razón. Los antiguos gobernantes españoles les respetaban sus fronteras y realizaban cada cierto tiempo parlamentos con ellos, en que se le reconocían sus fueros. A los nuevos no los conocían, y se les notaba en los ojos su ambición. En el origen del Estado Republicano se encuentra esta contradicción, que perseguirá quizá la historia de Chile: por un lado, patrióticos discursos en torno a la “valerosa sangre araucana”; por el otro, un comportamiento de enfrentamiento, discriminación y conflicto.
La frontera se mantuvo en el período posterior a la Independencia. Las ciudades de Chillán y Concepción eran las más cercanas a la frontera del río Bio Bio. Había un ejército fronterizo heredero del tiempo colonial español y numerosos personajes encargados de las cuestiones fronterizas. Existía un comercio muy activo que se incrementó en los inicios de la República. Poco a poco comienzan a “infiltrarse” mas allá del río Bio Bio, que era la frontera, numerosos colonos y personajes aventureros. En 1851 una insurrección mapuche ocurrida en el contexto de la Guerra Civil de ese año, condujo nuevamente a la destrucción de Angol, la más importante ciudad al sur del río.
Desde Santiago, a los araucanos se los miraba con conmiseración. Eran vistos como seres primitivos, salvajes; a lo más, bárbaros. En esas tierras del sur de Chile no había llegado aún la civilización, se decía. Eso lo pensaba toda la sociedad chilena de Santiago y sus alrededores. No había una voz discordante. Los misioneros italianos en ese entonces, abogaban por un buen trato al indio, pero no opinaban que fuesen civilizados; más aún, en sus escritos señalaban sus imperfecciones, en particular la poligamia, la bebida, el alcohol. Después de la Independencia de España, el Gobierno de Chile había expulsado a muchos misioneros españoles y buscó en Italia sacerdotes capuchinos para que fuesen al sur. Estos fueron activos defensores de los mapuches en el período más difícil de fines del siglo diecinueve."