La derecha moribunda
“¿A qué se debe que la derecha que ganó hace apenas cuatro años esté hoy día -a juzgar por la CEP- al borde de un estrepitoso fracaso? ¿Es mala candidata? ¿O se trata de un defecto mayor, similar al que se vivió a fines del gobierno de Alessandri?...”
¿A qué se debe su mal desempeño en la última encuesta CEP? –preguntó la periodista.“No le echo la culpa a nadie, si yo no paso a segunda vuelta sería pura culpa mía, (…) sería mala candidata”, respondió Evelyn Matthei.
Matthei se equivoca.
Lo que ocurre es que la derecha –tal como se le conoce hasta ahora- está llegando a su fin.
El fenómeno es muy similar al que ocurrió a fines del gobierno de Jorge Alessandri. Entonces, cuando Alessandri dejaba La Moneda, los partidos que lo habían apoyado, el Liberal y el Conservador, desaparecían de la escena pública casi al mismo ritmo. Es probable que ahora el asunto no sea tan dramático –la longevidad de los tiempos modernos beneficia no solo a las personas naturales-, pero parece, en lo fundamental, el mismo: el vigor de la derecha que ganó las presidenciales hace apenas cuatro años está desapareciendo. Y, salvo un milagro –pero milagro no habrá aunque todos los creyentes de derecha hagan una manda en la misa de este domingo-, perderá estrepitosamente las elecciones presidenciales.
¿Por qué? ¿A qué puede deberse que la mayoría, cuya adhesión logró concitar hace apenas cuatro años, se haya esfumado? ¿Qué explica que un país que hace apenas cuatro años viró a la derecha ahora le haga asco?
Hay varias explicaciones posibles.
La primera es que el gobierno que ahora se marchita no haya sido de derecha. Que todo haya sido un espejismo. Y que la derecha de verdad nunca haya ganado las presidenciales. La hipótesis parece descabellada; pero no lo es tanto. Allí donde la derecha promete en todo el mundo disminuir los impuestos, aquí los aumentó; allí donde la derecha promueve el afán de ganancia individual, el lucro, aquí se lo condenó; allí donde la derecha promueve la familia tradicional, una madre, un padre, hijos, aquí se han esgrimido ideales alternativos; allí donde la derecha promueve liderazgos firmes, con convicciones claras, a veces contramayoritarias, aquí se repitió una y otra vez a la gente lo de Groucho Marx: ¡estos son mis principios! (pero si no le agradan, continuó el Presidente, tengo otros).
Así entonces, la primera explicación pertenece a la psicología colectiva: el gobierno de derecha que esta concluyendo fue una alucinación. La derecha estuvo presa de una fantasía: creyó que eran sus ideas las que gobernaban.
La segunda es que Piñera haya hecho un buen gobierno; pero que haya sido un mal Presidente. Para ser un buen Presidente no es suficiente la sagacidad y la astucia felina. Se requiere la capacidad de conectarse con las mayorías, de empatizar con ellas, trazar un vinculo invisible entre las pulsiones de la gente común y corriente y quien tiene a su cargo la nave del Estado. A Piñera pareció ocurrirle lo de Jorge Alessandri. Este tenía, a fin de cuentas, una distancia inconfesable con la gente; Piñera, por su parte, siente algo cuyos efectos son similares: se siente él mismo tan exitoso y sagaz que la gente, cuya simpatía paradójicamente quiere ganarse, debe parecerle tonta y lenta.
Así pues, la segunda explicación es casi novelesca: el problema es el factor humano.
La tercera explicación se relaciona con los partidos. Un mal Presidente y buenos partidos es una ecuación que puede funcionar. También un buen Presidente con malos partidos. Pero un mal Presidente con malos partidos, con partidos mal dirigidos, no llega a ninguna parte. Es lo que le ha ocurrido a la derecha chilena. Es difícil recordar otro momento en que los liderazgos de los partidos de derecha hayan sido tan mediocres y tan a contrapelo de los tiempos.
A la cabeza de Renovación Nacional ha estado todo este tiempo Carlos Larraín, un hombre que cuando mira a Chile ve una hacienda. Y su partido ha fallado tristemente en uno de sus deberes más acuciantes: jubilarlo. La situación no es muy distinta con la UDI. Jovino Novoa tiene un mal pasado, pero tiene ideas; Patricio Melero, el actual presidente, tiene un mal pasado y no tiene malas ideas: en él no hay ninguna.
No es entonces que Evelyn Matthei sea mala candidata.
Es que no puede ser buena candidata quien viene saliendo de un espejismo, está al abrigo de un mal Presidente y apoyada por dirigentes que habrán hecho un estupendo trabajo como concejales preocupados de los jardines; pero que desgraciadamente, creyeron que estaban llamados a grandes tareas.