Ahora voy por CUARTELES DE INVIERNO del gran Osvaldo Soriano.
Dejo un fragmento de otra de sus notables novelas.
PEQUEÑO EXTRACTO DE " UNA SOMBRA YA PRONTO SERÁS" .
"...Me incliné para encender la luz de la cabina y lo encontré serio, bien peinado, vestido con un traje impecable y una camisa blanca. Tenia un agujero en la sien pero el resto parecía bien prolijo. Había tenido la delicadeza de abrir las puertas para que la bala saliera sin romper nada. La foto de colegial en la que se ve con el trompo estaba apoyada en el parabrisas, sostenida por la tacita que yo le había dado para que le trajera suerte. Todo estaba en orden sobre el tablero, como si hubiera hecho un inventario del viaje; el cuaderno de tapas rojas, la colilla manchada de rouge, mi programa para la ruleta, el recibo de una "certificada" para la familia de Barrantes y un paquete de Camel recién abierto.
En el piso había un vaso y una botella de whisky por la mitad; lo imaginé a solas, con esa cara inolvidable, tristona, tomándose el último trago, piteando un cigarrillo, buscando una respuesta en ese horizonte vacío. Lo miré de cerca y apenas pude contener el impulso de pegarle una cachetada; me daba bronca no haber prestado más atención a sus señales, no haber advertido a tiempo que los dados estaban cargados, que cualquiera haya sido su apuesta siempre estuvo perdida. Tal vez lo estaba antes de que ella le dijera que no en el paso a nivel de Colonia Vela. El traje oscuro le sentaba bien para la ocasión. Se había arreglado el nudo de la corbata pero del bolsillo, en lugar del pañuelo, asomaba una hoja de cuaderno doblada en dos. Di la vuelta y me senté a su lado como si todavía pudiera darle charla. Aparté la mano que tenía el revolver y te saqué el papel para leerlo a la luz "Le dejo el auto. Tíreme por ahí. Un abrazo. Lem"
Me guardé el papel y le puse en el bolsillo el pañuelo que hacía juego con su corbata: supuse que eso le habría parecido lo correcto. Le saqué el arma y lo acomodé en el asiento. Recién entonces me di cuenta de que tenia que cerrarle los ojos. De golpe sentí que me quedaba muy solo y levanté la vista para buscar el auxilio de Coluccini que estaba parado a la orilla del arroyo tratando de adivinar la dirección de los dos caminos, buscando un agujero por donde saltar de la telaraña. Saqué las llaves del Jaguar y lo llamé mientras caminaba a su encuentro. No bien me acerqué, se dio cuenta de que Lem había abandonado el juego. Me tendió la mano con un gesto incómodo como si entrara en un velorio y me dio el pésame.
- Se mató -le dije-. Se pegó un tiro. Me miró fijo un instante y me pasó un brazo sobre los hombros para llevarme a caminar. Dimos varias vueltas alrededor de los eucaliptus y dejó que me sonara la nariz unas cuantas veces sin consolarme ni decir tonterías.
- Era inteligente su socio -me comentó al rato-. Saltó sin red y como cayó mal parado, se fue sin saludar.
- ¿Por qué no me esperó?
- Hay un momento para retirarse antes de que el espectáculo se vuelva grotesco, Zárate. Cuando uno está en la pista se da cuenta. La gente puede estar aplaudiendo a rabiar pero uno, si es un verdadero artista, sabe. "