Chunchos, si al final no hay gran diferencia en nuestra visión histórica. Por otro lado si Homero hace referencia en la Odisea a estas drogas raras de manera tan críptica y mistérica es porque claramente no se trata del muy conocido y común para sociedad Griega clásica, Opio. Todo indica que el Nepenthes era una bebida cannábica que se conseguía vía Egipto, desde donde más tarde se llevaba el mejor hachís a Roma. Desde luego la cannabis era conocida en Grecia como medicina y formaba parte de diversas decocciones y preparados llamados "Pharmaka", usados hasta por el mismísimo Galeno. Como sea los griegos clásicos mayoritariamente se decantaron por otras drogas como el vino, y las solanáceas, además del potentísimo Kykeon que producía un viaje similar al del LSD.
Había escuchado sobre Capitan Vorpatril pero no lo he leído. Voy a comprarlo y te cuento ya que hace rato que no leo buena ciencia ficción.
Alfredo, pero también bebes cerveza, o no? Eso también es droga. Sobre el tema de la Secta de los Asesinos, sólo lo menciono como ejemplo para demostrar que los consumidores de cannabis pueden ser los mejores en cualquier ámbito, a diferencia del estereotipo del volado flojo y con síndrome amotivacional que venden los conservadores. En este caso la guerra con probablemente el primero y uno de los mejores cuerpos de elite de toda la historia. Desde luego los "Asesinos" no cumplían sus misiones bajo los efectos de la hierba, si fuera por eso los jamaicanos harían ver a los Gurkas como boy scouts

. Éstos, cuando entraban a la secta consumían hachís en fuertes dosis, cayendo en una embriaguez o ensoñación durante la cual el Viejo de la Montaña los agasajaba con mujeres -varias para uno solo- que les prodigaban todo tipo de placeres, además de comida y bebida por varios días manteniendo siempre el consumo de cannabis. Cuando despertaban de este "sueño" el Viejo de la Montaña les decía que era un anticipo de lo que les esperaba en el paraíso si luchaban y morían valientemente por su causa. Es bien interesante y místico todo esto, incluso hay teorías que dicen que, durante las Cruzadas, los Templarios se vincularon con esta secta de la que aprendieron ciertos misterios, además de la práctica de consumir hachís, por cierto. Hay pasajes fascinantes de esto en el Péndulo de Foucault de Humberto Eco.
Otro ejemplo es que el mejor deportista de toda la historia de los Juegos Olímpicos es consumidor de cannabis: Michael Phelps.
En Chile el tabaco mata entre 15 mil a 20 mil personas al año y el alcohol debe andar por ahí, por cirrosis fundamentalmente y accidentes de tránsito, y por estar presente en la mayoría de los homicidios simples. Por ahí leí o escuché que el 60% de los casos de violencia intrafamiliar tiene como droga vinculada al alcohol. La cannabis no mata a nadie, ya que no conozco casos de gente que se fume 30 o 40 pitos diarios como para producir enfermedades respiratorias. No hay sobredosis conocida de cannabis, no se puede morir por sobredosis de ésta.
Para mi es un tema de libertades. El Estado no tiene derecho a meterse con lo que metemos a nuestros cuerpos, ya sea bueno o malo, sobre todo si ello no genera problemas de salud pública. Por ello, el alcohol y el tabaco que sí generan enormes problemas de salud pública son permitidos, pero además como señalaban Crucero y otros foreros, porque significan ingentes ganancias en impuestos para los gobiernos, amén para las grandes compañías. Con la cannabis legal hay un solo ganador: El Consumidor, pues sacas de la ecuación al traficante, al Estado y las grandes empresas.
Finalmente como acertadamente sostiene Octavio Paz, la prohibición es un tema de control social y de criminalización de formas de pensar distintas:
«Muchos psiquiatras piensan como Huxley: esas sustancias (alucinógenas) no son más sino menos peligrosas que el alcohol. No es necesario aceptar totalmente esta opinión, aunque a mí me parece que no está muy alejada de la verdad, para reconocer que las autoridades las prohíben no tanto en nombre de la salud publica como de la moral social. Son un desafío a las ideas de actividad, utilidad, progreso, trabajo y demás nociones que justifican nuestro diario ir y venir. El alcoholismo es una infracción a las reglas sociales; todos lo toleran porque es una violación que las confirma. Su caso es análogo al de la prostitución: ni el borracho ni la prostituta y su cliente ponen en duda las reglas que quebrantan. Sus actos son un disturbio, una alteración del orden, no una crítica. En cambio, el recurso a los alucinógenos implica una negación de los valores sociales. Puede entenderse ahora la verdadera razón de la condenación y de su severidad: la autoridad no obra como si reprimiese una práctica reprobable o un delito sino una disidencia. Puesto que es una disidencia que se propaga, la prohibición asume la forma de un combate contra un contagio del espíritu, contra una opinión. La autoridad manifiesta un celo ideológico: persigue una herejía, no un crimen».